¿Cuál es tu expectativa salarial?

Esa pregunta mágica en una entrevista de trabajo que suena a interés, pero huele a recorte.

 

Me encanta esta pregunta. Como si de verdad fuera a influir en algo. Como si al decir: “Quiero ganar 2.000€ netos al mes, trabajar desde casa, cumplir objetivos reales y no caer en depresión con las metas inalcanzables que se fuman los jefes en su despacho. Tener vida personal, buena salud mental y horario de nueve a quince horas de  lunes a viernes, me respondieran: “¡Por supuesto! Ahora mismo lo ajustamos a tu deseo.”

 

Mi expectativa salarial es no llorar antes de ir al supermercado. Poder ahorrar el 10% mínimo de mi sueldo, hacerle frente a los imprevistos, pagar los gastos, la vivienda y que el mes me acompañe y no me ahogue. Darme un capricho sin hacer las cuentas. ¿Es mucho pedir?

 

Nadie te pregunta eso para pagarte lo que mereces. Te lo preguntan para saber cuánto     pueden recortarte sin que protestes, porque las funciones son para cuatro personas, pero debe hacerlo uno, tú.

 

Al final, no importa lo que respondas. Ya decidieron cuánto vales antes de conocerte y de que demuestres tu experiencia. Lo demás es puro protocolo… con aroma a cinismo corporativo.

 

        Gracias por leerme. 

       SG.-

 

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¿Cómo te ves en cinco años?

La típica pregunta de entrevista que te lanza al vacío con una sonrisa corporativa.


Hace unos días me la hicieron y no supe qué contestar. Bueno, sí: quería ser honesta y decir que hace cinco años me veía de una forma… y que hace quince, en mi país me veía de… 

De hecho, me gradué en… ¡bue, en fin! terminé exiliada, con muchas preguntas en mi cabeza y finalmente, traicionada, con un cuadro de ansiedad por tener la mochila tan llena y cuestionando hasta el nombre de mi mascota.

 

Así que no, gracias.


No quiero decirte cómo me veré en cinco años.


No quiero ser nada.


Quiero saber quién he sido. Porque decidir vivir en el presente, es una revolución personal;
una mezcla entre conciencia plena y burla constante a los traspiés de la vida.

 

Ya no proyecto, reconstruyo sin mapas ni brújulas. A ojo. A veces con las manos temblando.
Reconocía mi sonrisa… ahora la practico frente al espejo.
Reconocía la luz en mi mirada… ahora parpadea, bajita de energía, a punto de hacer

cortocircuito.

 

No me interesa visualizarme como si tuviera una bola de cristal.


Quiero reencontrarme sin excavar en cada rincón del pasado, sin dibujar futuros que 

probablemente no llegarán.
Lo que fui, quedó.
Lo que vendrá, no tengo idea.
Y, sinceramente, no sé en quién me convertiré.

Pero al menos sé quién no quiero volver a ser.
Y con eso, por ahora, me basta.

 

        Gracias por leerme. 

       SG.-

 

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