-Chica, olvídate de eso-

“Pasa página, olvídalo”, te dicen algunas personas. Como si las emociones fueran tinta borrable, como si las cicatrices no fueran historias que se resisten a desvanecerse. Parece tan fácil enterrar lo que duele, ignorar lo incómodo, pero nadie reflexiona sobre el peso de lo que queda sin resolver o con una sola versión. Hay situaciones que, sin duda, marcan un antes y un después.

No se trata solo de “eso”. Es lo que “eso” significó: trabajar, esforzarte por lograr las metas y luego verte con las manos vacías, cuando las tuviste llenas, es muy frustrante. Ojalá tuviera esa capacidad de resetearme como una máquina y olvidarme de muchas cosas, en especial de lo que construí con esfuerzo, tambaleando y que me costó sostener. De lo que costó lágrimas de esperanza disfrazadas de trasnocho, sueños cumplidos a punta de ojeras y dolores físicos. Es lo que, en su momento, me sostuvo y puso el pan en mi mesa. Pasar página no es olvidar; es aprender a mirar esa historia completa sin dejar que ninguna línea te asfixie. Pero llegar a ese punto lleva tiempo, y nadie te prepara para ello.

Reconstruirse, esa es la verdadera dificultad. No se trata solo de volver a empezar, sino de hacerlo cargando con las marcas de lo vivido. El problema no está en aceptar que debemos seguir adelante; está en el cansancio de repetir el ciclo. Una y otra vez, recoger los pedazos, intentar seguir, mientras enfrentamos la envidia y los obstáculos que otros colocan en nuestro camino.

Porque sí, hay quienes, al ver tu liderazgo o tus logros, en lugar de inspirarse, deciden boicotearte. Distorsionan tu imagen, manipulan, siembran caos. Y tú, agotado del conflicto y el desgaste emocional, te retiras. Te ves obligado a volver al punto de partida, con tus manos llenas de cenizas, teniendo que decidir, una vez más, si arrojarlas al viento o convertirlas en abono.

Aprender a pasar página cuando un «amigo» o un miembro de la familia te ha hecho daño es un desafío profundo, porque esas heridas vienen de quienes creías más cercanos. Requiere reconocer que no siempre obtendrás una disculpa o un cierre, pero puedes elegir priorizar tu paz. Pasar página no es negar lo que sucedió, sino liberarte del peso emocional que otros dejaron, para que esas cicatrices no definan tu camino, sino que te impulsen a crear límites más fuertes y relaciones más saludables.

¿Y qué si no quiero olvidarlo del todo? Tal vez esa marca sea mi recordatorio: me recuerda que fui capaz de superar lo que creí insuperable, aunque aún duela.

Reconstruir: entre la resiliencia y el cansancio

Nos dicen que pasemos página, como si fuese algo inmediato, sin esfuerzo. Pero no se trata de un acto automático. No es tan simple como un cambio de hoja en un libro. La verdadera dificultad está en reconstruirse: en recoger los fragmentos y volver a empezar.

La resiliencia es importante, sí, pero ¿no debería la vida darnos también espacio para disfrutar de lo construido? No siempre queremos vivir colocando ladrillo tras ladrillo, sabiendo que una tormenta puede derribarlo todo. Queremos construir para habitar, para disfrutar de los frutos de nuestro esfuerzo, no para perpetuar un ciclo de destrucción y recuperación.

Quizás el verdadero aprendizaje no sea solo pasar página, sino entender que merecemos algo más: el descanso, la plenitud y la capacidad de escribir una historia nueva que valore tanto los triunfos como las cicatrices.

Gracias por leer estas líneas. 

SG.-

 

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