Qué extraña es esa sensación de no saber dónde estás parado, como si cada camino te llevara al mismo callejón sin salida y estuvieras tropezando con la misma piedra. Es un frío que cala más allá de la piel, porque no proviene del invierno, sino del vacío de no encontrar tu lugar, de no hallarte, de sentirte desconectado de las personas, incluso cuando estás rodeado de gente agradable.

Aunque ese vacío puede ser abrumador, también te empuja a mirar hacia dentro, a buscar respuestas más profundas, a descubrir tu lado creativo e íntimo, a replantearte tus pasiones y encontrar una nueva manera de percibir tu mundo. A veces, lo que realmente necesitas es liberarte de esa «guerra interna» que, en ocasiones, decidimos mantener con nosotros mismos. No siempre se trata del lugar en el que estás, sino de lo que llevas contigo y de lo que decides hacer con ello. Muchas veces, no vemos las oportunidades porque estamos demasiado enfocados en lo que nos falta, anhelando lo que un día tuvimos o lo que pensábamos que íbamos a tener.

No soy abanderada de nada, pero, desde mi humildad, te invito a reflexionar: no dejes escapar el calor del hogar, esa calidez que te arropa y da sentido a los días. Esa calidez que encuentras en un lugar seguro donde tus miedos permanecen a raya y las ilusiones cobran vida, iluminando el espacio que te rodea. Recuerda: el calor que realmente buscas no está en las paredes conocidas, sino en ese rincón dentro de ti donde todo cobra sentido, donde eres genuina contigo misma, comprensiva y amable con tus defectos, honesta con tus emociones, y finalmente encuentras esa plenitud que no deja espacio para las decepciones.

Estoy convencida de que el verdadero refugio no es un lugar, ni las amistades, ni el último grito de la moda. El verdadero remanso está dentro de ti y en la intensidad de la llama que decides encender para arroparte, dar calor a tus seres queridos y refugiarte en los brazos correctos mientras atraviesas tu propio invierno.

Gracias por leer estas líneas. 

SG.-

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